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Así desafió “El Puma” a Pinochet en el Festival de Viña de 1988: «A veces hay que escuchar la voz del pueblo»

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Hay un show del Festival de Viña del Mar que para los especialistas es considerado como el mejor de la historia y tiene al venezolano José Luis Rodríguez, “El Puma”, como protagonista. “Marcó un antes y un después, tanto por la repercusión como lo que comenzó a pasar después con el tema de las gaviotas”, escribe Paulo Quinteros, en una nota para La Cuarta.

El propio cantante en su libro “El Puma y Yo” rememoró el contexto de su legendaria presentación del lunes 21 de febrero de 1988. Aquella era su segunda presentación en esa edición del Festival y, a su vez, fue la coronación de una relación que comenzó en 1974, cuando asistió representando a Venezuela con la canción “Aquel Lugar”.

Antes, en la edición de 1980, fue parte del jurado y su performance fue tan celebrada que recibió una Gaviota de Plata. En 1981 fue nuevamente parte del certamen, en una presentación que marcó la discusión por la presencia del que se creía era su rival, Julio Iglesias. “Por eso la del 88 no era su primera vez sobre el escenario. Pero fue ahí en donde dijo una frase que pasó a la historia”, detalla Quinteros.

La anécdota en sus palabras

 Pinochet estaba todavía en el gobierno y en Chile sólo se podía hablar de farándula y deportes, no se podía tocar para nada ningún tema político. Para mí lo de Chile fue apoteósico. Una vivencia tan rica y especial, 30 mil personas escuchando se convierten en una sola. Al festival de Viña le dicen el monstruo de 30 mil cabezas y yo me sentí como flotando en las nubes. Ese Pavo Real fue tan glorioso y sensual que yo sin deliberación moví el cuerpo y las caderas. Fue contagioso para todos, la canción tiene ritmo, es muy sabrosa”, rememoró el Puma sobre su primera presentación oficial en Viña.

Rodríguez explicaba que se había inspirado en los coros de Aretha Franlin, agregándole un coro continuo a “Pavo Real”. Reconoció que logró “una línea rítmica de primera con una letra simpática y pegajosa. Y sucedió lo que sucedió. ¡Éxito completo!”.

“Seguía Pinochet en el poder, Toque de queda. Mucha gente sufriendo. Pasaron momentos muy difíciles los chilenos porque toda dictadura, de derecha o izquierda, es diabólica. Cuando el hombre pierde su libertad individual, pierde toda esperanza de aferrarse a la vida”, continuó detallando su paso por Chile en los ochentas.

“Después yo ya había recibido la Gaviota, el premio máximo del evento [en 1980]. En el festival era norma que a quién había ganado una Gaviota, no le podían entregar otra. Pero yo terminé de cantar y es como si me hubieran susurrado en el escenario: ‘Quédate y no te muevas’. Y yo no me moví. No articulé palabra alguna y la gente pedía a gritos la Gaviota para El Puma. ¡Dios mío!”, recordó sobre su presentación de 1988.

De acuerdo con su testimonial en el libro, el animador, el famoso Antonio Vodanovic, intentó interrumpir los aplausos, pero pasaban los minutos y la ovación no paraba. El público no dejaba que cortaran la emoción del momento.

Fue algo de ensueño. Yo estaba como flotando en el aire cuando, de pronto, solté una frase espontánea. Créanme que fue impensada, dije: ‘A veces hay que escuchar la voz del pueblo, a veces…”, explicó el Puma. “Aquello cayó como un trueno y al propio tiempo un alivio para un pueblo oprimido por una dictadura. La expresión resultó tan grande en su sencillez, que repercutió en todo el ámbito político. ¿Cómo alguien se atrevía a decir esa frase estando Pinochet en la presidencia?”, recuerda.

Según Rodríguez, pasaron como diez minutos, hasta que por el estruendo del público la alcaldesa tuvo que pararse a entregarle la Gaviota. “Porque esa había sido la decisión popular. De ese pueblo al que a veces hay que escuchar, otras dirigir y otras despertar”, remarcó José Luis Rodriguez sobre el premio que recibió por parte de Eugenia Garrido, autoridad designada por la dictadura.

“Cuando bajé de la apoteosis, había murmullos por todas partes. Creo que fue Patricio Alwyn Azocar, el presidente que por voto popular sustituyó al general Augusto Pinochet, quien fue a despedirme al aeropuerto para agradecerme el gesto. Y yo le dije: ‘Hermano, lo dicho, dicho está. Si Dios quiso que fuese así, así es’”, recordó.

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