Autor: Abogado Daniel Atencio
@danielatencioh
Las recientes declaraciones del presidente Gabriel Boric sobre la situación en Venezuela han desatado un profundo debate dentro de la política chilena, revelando las tensiones ideológicas dentro de su propia coalición. Boric ha calificado al régimen de Nicolás Maduro como una dictadura, destacando que la defensa de la democracia es fundamental para la política exterior chilena. Este posicionamiento ha generado fricciones con el Partido Comunista de Chile (PC), cuyo silencio y ambigüedad respecto a la crisis venezolana han sido criticados tanto a nivel nacional como internacional.
Boric ha sido claro en sus declaraciones, subrayando que el verdadero compromiso con la democracia no puede coexistir con el apoyo a regímenes autoritarios. En una de sus intervenciones más destacadas, afirmó: “La dictadura de Venezuela no es la izquierda”, “Chile no puede ser cómplice de la violación sistemática de los derechos humanos ni de los regímenes que atentan contra la democracia. Nuestro compromiso es con los valores democráticos y con la justicia para todos los pueblos”, estableciendo una distinción nítida entre su visión progresista y las acciones del gobierno de Maduro. Esta postura se basa en la creencia de que las elecciones en Venezuela carecen de la transparencia necesaria para ser consideradas legítimas.
En contraste, el Partido Comunista ha adoptado una postura más evasiva, evitando una condena directa al régimen venezolano. Esta ambigüedad se ha interpretado como un intento de preservar su lealtad histórica a ciertos regímenes de izquierda en la región, aunque a expensas de los principios democráticos que Boric defiende. La falta de una posición clara del PC no solo evidencia una fractura interna en el gobierno, sino que también plantea dudas sobre la capacidad de la coalición gobernante para presentar un frente unido en asuntos de política exterior.
Incongruencia del PC: Pinochet vs. Maduro
Una de las críticas más destacadas hacia el Partido Comunista es la aparente incongruencia entre su rechazo histórico a la dictadura de Augusto Pinochet y su actual silencio o apoyo tácito al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. El PC ha sido un ferviente defensor en la lucha contra la dictadura de Pinochet, condenando las violaciones a los derechos humanos y abogando por la democracia en Chile. Sin embargo, este mismo rigor no se ha aplicado consistentemente al evaluar regímenes autoritarios de izquierda en América Latina.
Este doble estándar ha generado cuestionamientos dentro de la izquierda chilena y entre los votantes que han sido testigos de la transición de Chile hacia la democracia. El apoyo o el silencio frente a la dictadura de Maduro socava la credibilidad del PC como defensor de los derechos humanos y la democracia, planteando dudas sobre si sus principios se aplican de manera selectiva según conveniencias ideológicas.
Impacto en las elecciones venideras
El desacuerdo entre Boric y el Partido Comunista podría tener repercusiones más allá de la política exterior, afectando directamente el panorama electoral chileno. Con las elecciones municipales y presidenciales en el horizonte, esta fractura interna podría debilitar la base de apoyo del gobierno, fragmentando la coalición de izquierda. Si el PC decide distanciarse de la postura de Boric y adoptar una línea más cercana a sus raíces ideológicas, esto podría dispersar el voto de la izquierda, beneficiando a otros partidos en la contienda electoral.
La percepción pública de esta falta de cohesión podría reducir la confianza en la capacidad del gobierno para liderar de manera efectiva, impactando negativamente en las perspectivas electorales de los candidatos respaldados por la coalición de gobierno. En un escenario donde la unidad es crucial para movilizar el voto, esta dispersión podría resultar en una pérdida de apoyo significativo tanto en las elecciones municipales como en las presidenciales futuras.
Estrategia de Conquista del Voto Emigrante
Un aspecto crucial para el gobierno de Boric será la estrategia para atraer el voto de la diáspora venezolana, que representa una fracción considerable del electorado en Chile. Con más de 500,000 venezolanos residentes en Chile, muchos de los cuales están habilitados para votar en las elecciones municipales y presidenciales, la captación de este voto podría ser decisiva.
Para asegurar el apoyo de este electorado, el gobierno de Boric deberá adoptar una estrategia que considere las preocupaciones y aspiraciones de la comunidad venezolana en Chile. Esto podría incluir un firme compromiso con la defensa de los derechos humanos y la democracia en Venezuela, algo que Boric ya ha comenzado a esbozar con su crítica al régimen de Maduro. Además, el gobierno podría implementar políticas que faciliten la integración de los venezolanos en la sociedad chilena, abordando temas como el acceso a la educación, la salud y el empleo.
Conclusiones
El enfrentamiento entre la firmeza de Boric y la ambigüedad del Partido Comunista tiene implicaciones profundas para la política chilena. En primer lugar, destaca la dificultad de mantener la cohesión en un gobierno con visiones ideológicas tan divergentes. La postura de Boric, que busca posicionar a Chile como un defensor de la democracia, podría verse comprometida si su propio gobierno no logra una postura unificada en temas tan sensibles como la situación en Venezuela.
En segundo lugar, la falta de una respuesta clara por parte del PC podría erosionar su credibilidad tanto a nivel nacional como internacional. Aunque el partido busca mantener su identidad ideológica, la ambigüedad frente a regímenes autoritarios como el de Maduro podría socavar su influencia y relevancia política en un mundo donde la defensa de los derechos humanos y la democracia son imperativos ineludibles.
Finalmente, esta controversia resalta un desafío mayor para la izquierda en América Latina: la necesidad de reconciliar sus principios ideológicos con las realidades políticas del siglo XXI. En un contexto global cada vez más complejo, donde los valores democráticos están siendo cuestionados, es crucial que las fuerzas progresistas definan claramente su postura frente a los regímenes que atentan contra esos valores. De lo contrario, corren el riesgo de perder no solo su coherencia interna, sino también su capacidad de influir en el futuro político de la región.
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