Disciplina. Sacrificio. Constancia. A sus 39 años, Guillermo Germán Toro Borges se ganó, palmo a palmo, el lugar en el que se posiciona Venimex, importadora y distribuidora de plátanos, empresa de la cual es fundador.
En esa evolución resulta fundamental su formación profesional.
Guillermo se tituló como TSU en Construcción Civil en el IUT Región Capital y como Ingeniero Civil en obras civiles en la Universidad Politécnica Santiago Mariño. Además, estudió un postgrado -que no culminó- en Gerencia Logística Financiera en la Unefa. “En los primeros años de graduado era analista de costos y asistente de obras, luego fui escalando hasta ser administrador de obras y gerente de obras», detalla.
Migró a Chile en mayo de 2016. Lo hizo con dolor, por dejar a su hija y a su esposa. Fue recibido por su hermana y cuñado, quienes tenían algunos meses en la Región Metropolitana.
Llegando metí los documentos para tramitar la Visa como Profesional Universitario. Antes todo era más sencillo, rápido y menos burocrático. Los primeros días fueron llenos de sentimientos encontrados, full de incertidumbres, muchas preguntas sin respuestas. Era como un túnel oscuro y solo tenía una caja de fósforo para tratar de hallar la luz”, recuerda.
Toro es descendiente de migrantes. Su padre es chileno y su abuelo materno portugués. Ambos emigraron a Venezuela, pero nunca le contaron lo duro que era. “Estando yo acá, mi hija de un año recién cumplido, aprendió a caminar y a decir sus primeras palabras y yo me perdí de todo eso. Vivía deprimido constantemente, perdí mucho peso”, rememora.
EL INICIO
Guillermo siente que, pese a la nostalgia y el miedo, la fortuna lo acompañó desde el principio. Su primer empleo fue como part-time los fines de semana en el minimarket de los amigos de un amigo. Allí estuvo muy poco, pues a las 5 semanas de ingresar los documentos, le salió el permiso de trabajo y a los tres días lo entrevistaron y emplearon como ingeniero. “Allí mi vida como migrante empezó a cambiar económicamente hablando”, asegura.
Como ingeniero, tuvo tres empleos a los cuales agradece muchísimo. “El primero de ellos fue el que más me gustó. Fue con una empresa brasileña y la mayoría de los profesionales eran de ese país y desde mi punto de vista y experiencia, son los extranjeros que más se parecen a nosotros”, afirma.
Este trabajo lo disfrutó al máximo, entre otras razones por tener la oportunidad de conocer el sur de Chile, viajar en helicópteros, montar a caballo para llegar al sitio de trabajo y rustiquear por ríos para acceder a la obra, entre otras cosas.
Lo dejé porque mi esposa e hija venían a Chile y se me presentó una oportunidad con menos responsabilidades, más salario y sobre todo en Santiago. Entonces comienza mi segundo trabajo como ingeniero, con una empresa austriaca”, afirma.
Toro califica esa experiencia como “inolvidable”, ya que convivió con gente de más de 25 nacionalidades en un mismo proyecto. Asegura que aprendió muchísimo de cada uno de ellos, más allá del tema laboral. Sus mejores colegas o amigos eran un brasileño y un alemán.
En ese empleo, las comunicaciones, muchas veces eran en inglés, por la diversidad de nacionalidades que había, sin embargo, al no saber hablar alemán y dominar el inglés en un 60-70% sentía que tenía un techo y no podía evolucionar más laboralmente hablando. Eso lo forzó a buscar nuevas oportunidades.
Su tercer empleo fue como jefe de oficina técnica para Codelco, el puesto más importante que tuvo como ingeniero en Chile. Fue un cargo un poco estresante, pero se ganó buen dinero, además hice amistades chilenas que aún se mantienen. Allí trabajé por poco más de un año, hasta que se terminó la obra. Todo apuntaba a que me iban a renovar el contrato, asignándome a otra obra, pero llegó la pandemia, y con ella llegó una fuerte reestructuración en la compañía, donde liquidaron a mucha gente, incluyéndome. Quedaron de llamarme, pero esa llamada llegó muy tarde…”, precisa.
ESTRATEGIA FRENTE A LA PANDEMIA
Con la llegada de la pandemia por COVID en China y el resto de los países del continente euro-asiático, Guillermo aceleró sus ideas y se proyectó como independiente. “Yo ya sabía que en cualquier momento esa enfermedad iba a llegar a América y que me afectaría porque las obras de construcción iban a detenerse. Y así fue. “Me esforcé mucho para que me renovaran en la compañía, pero parece que no lo suficiente”, detalla.
Conversó con algunos amigos y conocidos enfocados en negocios en el área de la salud o los alimentos, rubros que siempre serían indispensables. Estuvo cerca de emprender con alguna farmacia o en negocios relacionados con la importación de medicamentos. Pero no se concretó.
En paralelo, analizó los escenarios con varios conocidos relacionados con el comercio de alimentos: dueños de minimarkets, distribuidores y restaurantes. Le planteó a cada uno de ellos, una especie de sociedad para hacer crecer lo que ya tenían o incluso hacer algo nuevo, pero tampoco fue potable esa inversión de tiempo.
Sin embargo, uno de ellos le mencionó la idea de importar plátanos y le pareció muy interesante debido al boom de venezolanos en Chile y que en ese momento no se conseguía mucho plátano en el mercado.
La idea me gustó mucho. De hecho, él me la vendió como que era todo un tiro al piso. Luego de eso nos asociamos y formamos una empresa y arranqué con él en este mundo del emprendimiento, pero lamentablemente estaba muy mal informado de cómo era el tema de la importación, tiempo, logística, calidad de los plátanos, proceso de venta, precios de venta, costos fijos y variables”, explica.
PRIMERA MARCA
Toro le propuso establecer mecanismos de cambio para optimizar el proceso de importación, selección de los clientes, manejo de los créditos, renegociar deudas con acreedores y su entonces socio difirió conmigo en todo. Eso desencadenó en la ruptura de la sociedad y se vio forzado a formar su empresa como único socio.
Así nació Venimex, la primera marca venezolana de plátanos barraganetes en Chile, con productos provenientes de Ecuador, exportador número 1 del mundo de este tipo de plátano. Guillermo se reactivó prácticamente solo, llamando por teléfono a proveedores, acreedores y compradores para que le vendieran plátanos, proveyeran servicios y le compraran plátanos.
“Casi ninguno me tomaba en cuenta, hoy en día y lo digo lleno de orgullo y lleno de humildad, soy yo el que rechaza propuestas de vendedores, acreedores y clientes”, sostiene.
Su actividad fuerte es la importación y distribución de plátanos verdes y amarillos, aunque asegura que hay clientes que piden otros productos venezolanos: maltas, harinas, bebidas y también lo comercializan, más no importan. Explica que cuenta con cuatro sistemas de venta:
Venta en frigorífico: Ventas que se hacen directamente en el frigorífico, donde se almacenan los palets de plátanos.
Venta a la puerta de tu negocio o casa: son las ventas que hacemos directamente en local o casa y sale completamente gratis el Delivery dependiendo la comuna donde se encuentre el cliente.
En los mercados: Ventas presenciales en La Vega y Lo Valledor a través de aliados comerciales en donde pueden buscar sus productos.
En regiones: A través de empresas de envío comercial, despachamos a regiones también.
Su rubro principal es el plátano verde y amarillo.
La idea es hacerle la vida fácil a nuestros clientes, que no tengan que moverse a un mercado, a pagar gasolina, estacionamiento, caleteo, perder tiempo, descuidar el negocio… Todo eso pueden evitarlo gracias a nuestro sistema de distribución”.
Guillermo espera consolidar aún más la marca y que se haga muy conocida sobre todo en la comunidad venezolana. “Espero poder incursionar en otras frutas y alimentos bajo mi propia marca, es muy difícil, más no imposible. Si no me da tiempo de lograrlo, espero que alguien lo logre por mí, bajo el nombre de Venimex”, sentencia.
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