Para ejercer la medicina como migrante en Chile, en cualquiera de sus especialidades, se requiere de un sacrificio supremo, y eso lo constata la experiencia de Mabel Suárez Párraga, cirujano oftalmóloga venezolana residenciada desde hace 5 años en Santiago de Chile.
“Los primeros meses en Chile no salí a conocer ni El Costanera”, recuerda la galena nacida en Houston, Estados Unidos, pero criada en Caracas, quien hoy realiza consultas oftalmológicas y cirugías programadas en el Instituto de Prevención de la Ceguera Dr. David Bitran y en el Integramédica del Mall Alto Las Condes.
Suárez Párraga, especialista en cirugía oculoplástica, emigró junto con su esposo, también oftalmólogo venezolano, con una propuesta laboral para ejercer su especialidad en el Hospital San José, con el plazo de un año para realizar los exámenes de reválida y convalidación.
Trabajaba 44 horas semanales y estudiaba por las noches para todos los exámenes de reválida. “Fueron meses duros, pero con mucha disciplina y determinación, mi esposo y yo nos propusimos cumplir con todos los requisitos para insertarnos laboralmente cómo corresponde y poder seguir operando pacientes”, detalla.
La oftalmóloga criolla realizó y aprobó al menos 10 exámenes de reválida y convalidación de altísimo nivel de exigencia académico:
1 examen Eunacom teórico, 4 exámenes Eunacom prácticos,
1 examen de convalidación de título en la Universidad de Chile y otro examen de Medicina General.
“Con respecto a la reválida de oftalmología, aprobé los tres exámenes teóricos del Internacional Council of Ophthalmology, institución internacional con sede en Londres y convenio con más de 80 países. Estos exámenes son requisito para la Sociedad Chilena de Oftalmología, así como también un examen oral práctico con un especialista evaluador de distintas áreas y subespecialidades, de una semana de duración en el servicio de oftalmología del Hospital Barros Luco. Un largo camino, de mucho esfuerzo académico, intelectual y económico, porque los exámenes son costosos”, cuenta.
Hoy, profesionalmente, se siente plena, y cree que el nivel profesional de los oftalmólogos venezolanos es equiparable al de los colegas chilenos. “A pesar de toda la crisis política y social en Venezuela nuestros postgrados mantenían un alto nivel académico y científico, razón por la cual creo que hemos podido conseguir espacios y respeto en el gremio en chile”.
Sobre el ejercicio de la oftalmología en territorio austral agrega que cuenta con el apoyo del Ministerio de Salud y acá se establece prioridad en patologías oculares que en Venezuela están olvidadas o abandonadas. Se refiere a patologías como las cataratas, desprendimiento de retina, estrabismo y vicios de refracción en adulto mayor, entre otros, que cuentan con una cobertura y prioridad por el sistema público y Fonasa.
“Que aunque no es un sistema perfecto, si representa una ayuda para el paciente oftalmológico sin recursos económicos”, explica.
Reunificación exitosa
El vínculo de la doctora Mabel con sus padres y el resto de su familia es muy fuerte. Ambos son médicos venezolanos con subespecialidad realizada en Estados Unidos.
“Tengo la dicha de haber apoyado la migración de mi familia. Mis padres, también médicos, migraron hace cuatro años. Mi mamá realizó reválida con más de 60 años y obtuvo las más altas calificaciones. Es médico-gastroenterólogo. Mi papá, oftalmólogo de 70 años, decidió jubilarse y acá logró reunirse con su hermana menor y cuñado, ambos médicos generales, que también están ejerciendo actualmente”, refiere.
Suárez Párraga destaca como una de las oftalmólogas más respetadas y admiradas en Chile por sus conocimientos. Su hobbie es el maquillaje, la gastronomía y la colección de objetos que tengan ojos. Es la mayor de tres hermanos: Andrés es médico internista y vive en Estados Unidos, y Mónica, médico general, también reside en Chile, y tiene un hijito, “venechileno”, nacido durante Fiestas Patrias.
Sobre Chile, reconoce sentir temor de que pierda su curso democrático en un futuro cercano y se imponga una corriente política destructiva, similar a la que desde hace más de 20 años destruye a Venezuela.
Sin embargo, y para concluir, reconoce cosas muy buenas en este país. Lo que más le gusta es su diversidad y multiculturalidad. “Es un país con mucha libertad de pensamiento en donde no te sientes extranjero porque cada persona con la que tratas tiene raíces culturales y étnicas diferentes”.
Comentarios