En una reciente intervención, el Secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolín, ha respondido a esta pregunta, como parte de su discurso en el inicio del año académico de la Universidad del Sacro Cuore en Milán.
Rixio G Portillo – Foto: Religión Digital
El purpurado ha señalado el objetivo esencial de la diplomacia vaticana y la doble dimensión en el servicio de los representantes pontificios que son enviados a los países para ser vínculos entre el Papa y las iglesias particulares y de relación con los gobiernos.
En palabras del cardenal Parolín, la diplomacia vaticana trabaja en la búsqueda concreta de la paz y una paz que no sea fruto o resultado del fin de la guerra, pues “¿cuánto puede durar una paz impuesta por la fuerza de las armas?”.
Por ello el esfuerzo constante de la presencia de la Santa Sede en el concierto de naciones debe ser“garantizar la coexistencia ordenada del mundo, esa paz anhelada que, lejos de ser equilibrio, es principalmente sinónimo y efecto de la justicia”, afirmó el cardenal.
Sobre la praxis concreta de la diplomacia vaticana, el secretario de estado ha propuesto tres ejemplos recientes: “el proceso de paz iniciado en Colombia, donde la diplomacia pontificia no ha dejado de ofrecer una contribución; o la situación en Nicaragua, que ve al representante del Papa en el país participando como un “observador” en las conversaciones para la reconciliación nacional; así como el papel desempeñado en las crisis cíclicas en los países africanos, como en el caso de Mozambique, objeto de atención del Santo Padre en su reciente viaje a ese país” ha señalado Parolín.
Es interesante que el ex nuncio de Venezuela no menciona la participación del Vaticano en los diferentes escenarios de diálogo en el país suramericano. El mismo Papa Francisco ha señalado en unas declaraciones recientes, los problemas del continente se deben a que “hay gobiernos débiles, muy débiles, que no han logrado poner orden y paz, y por eso llegamos a esta situación”.
Vale la pena destacar que al otro día en el que cardenal Parolín pronuncia su ponencia en Milán, la Secretaría de Estado Vaticano recibe a miembros del gobierno de Maduro y a representantes de una parte de la oposición en Venezuela, que han constituido una Mesa de diálogo en el que no están representados todos los factores políticos del conflicto venezolano. Incluso, la poca información que se conoce del breve encuentro son unas fotografías publicadas por los cuatro enviados de Maduro a la Terza Loggia y en una de ellas no aparece quién los recibió.
#FelizViernesATodos hoy #29Nov cumplimos con la agenda total de la delegación de la Mesa de Diálogo Nacional al lograr entregar la comunicación que dirigimos al @Pontifex_es a pesar de que trataron de impedirlo fuimos escuchados y seguimos con #EspeanzaPazYDiálogo @NicolasMaduro pic.twitter.com/D96SbeqDuq
— Francisco Torrealba (@torrealbaf) November 29, 2019
Ya es conocido que la Santa Sede después de los esfuerzos por mediar en la situación venezolana ha colocado la condición para los encuentros el reducir las fotografías e imágenes, como con el histórico encuentro entre el Papa Francisco y Nicolás Maduro el 24 de octubre de 2016, en el que el mismo pontífice negó la posibilidad de aparecer fotografiado con Maduro.
Entre lo comentado por Pietro Parolín en su intervención destaca que la misión vaticana funciona solo cuando se se favorece “un diálogo real, incluso cuando el diálogo presupone la presencia y contribución de aquellos que están incómodos o que, según una visión tradicional, no parecen tener la legitimidad de un actor en una negociación. El deber de no excluir, sino de incluir, la diplomacia pontificia se vive y se vive a través del esfuerzo de combinar la buena voluntad de las muchas partes en conflicto para comenzar a establecer la paz”.
El Vaticano en tiempos del Papa Francisco propone insistentemente el diálogo a través de la diplomacia como “una herramienta privilegiada para construir la paz al superar la crisis y resolver conflictos, pero también combina ideas divergentes, posiciones políticas opuestas e incluso visiones religiosas distantes”, señala Parolín.
“Una diplomacia, por tanto, vehículo para el diálogo, la cooperación y la reconciliación (…) Sobre todo una diplomacia capaz de contribuir a la construcción de la paz al reemplazar el uso de la fuerza, ese camino considerado más corto, pero ciertamente no definitivo” concluyó el diplomático.
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