Hace 22 años, Xileth Bustamante, recién graduada como administradora de empresas, migró desde su natal Maracaibo a la helada Reikiavik, capital de Islandia, a más de 7.400 kilómetros de Venezuela.
Allí hoy ella es una de las referencias entre la comunidad criolla de la nación ubicada en el norte de Europa, cerca de la región escandinava.
Me fui de Venezuela en el 2002. Me vine a Islandia por una tía que estaba casada con un islandés y en ese año decidieron mudarse y me invitaron a venirme con ellos para conocer el país y para que probará la vida aquí”, recuerda.
El inicio fue complicado sobre todo en materia laboral. “Fue un poco difícil escoger los trabajos, ya que por no hablar ni inglés e islandés me era imposible buscar trabajo en mi profesión. Mi primer empleo fue en una tintorería planchando, pero a medida que aprendía el idioma, mejoraba mi situación”, explica.
Poco después, Xileth consiguió empleo en una cafetería en la que tenía que preparar las comidas que vendían allí y atender al público.
Pasados los años, la zuliana habla islandés y sus más recientes trabajos fueron como ayudante de preescolar. Eso sí, le tocó ir a la universidad para aprender el idioma que, en sus palabras, es un poco difícil de hablar.
La arepa: Reina donde llegue
Bustamante es emprendedora en el rubro gastronómico. Y lo hizo, atendiendo a sus raíces. “Desde que llegué a Islandia me di cuenta que aquí no conocían nuestra comida. De hecho, no vendían en los supermercados nuestro producto principal en las comidas venezolanas, como lo es la Harina PAN”, revela.
En el país conoció a un venezolano que llegó el mismo año que ella y que fue el que le dio la buena noticia de que si vendían Harina PAN en Islandia, pero en los supermercados asiáticos. “Fue difícil conseguirla”, reconoce.
Como se considera muy “criollita” se dedicó a aprendí a hacer todas las comidas típicas de Venezuela. “Años después me tocó quedarme en casa cuidando a mis hijos cuando estaban pequeños y allí fue cuando me vino la idea de vender comida venezolana desde mi casa. Era una forma de ganar dinero en el momento”, detalla.
Comenzó ofreciéndole a sus amistades y con el tiempo se extendió un poco más a personas de todas partes del mundo.
Aquí normalmente no están acostumbrados a ir a casa de alguien a comprar comida de otro país, pero por recomendaciones de conocidos han regado tanto la voz de la comida que me han llegado islandeses a comprar y quedan enamorados y enviciados”.
¿Restaurant? Es complicado
Bustamante precisa que en Islandia resulta demasiado costoso montar un restaurante. Desde hace como tres años atrás abrió con su hermana una cuenta de Instagram @comidavenezuela.is para vender la comida.
En su hogar prepara empanadas, tequeños, patacones, pastelitos, postres, y para las navidades, las famosas hallacas y el pan de jamón, y por supuesto, arepas, desde La Sifrina, Pepiada, Dominó y la Pelúa.
A los islandeses les encantan las arepas, en realidad, les gusta toda nuestra comida”, afirma.
Bustamante sueña.
Y se fija entre sus metas próximas poder montar un carrito de comida hasta que algún día pueda abrir un local de comida. Creemos lo logrará.
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