Mi nombre es Raúl Semprún, soy periodista y como la inmensa mayoría de los emprendedores migrantes, soy un salmón.
Sí. Me valdré de los salmones salvajes. Los migrantes no les parecemos. Vamos contra la corriente, movidos por la preservación de la especie o en nuestro caso, el amor por la familia.
Estos peces están dotados de una potencia y resistencia excepcionales. Su gesta para desovar, a escala humana, equivaldría a correr un maratón de 160 kilómetros.
Tenemos una predisposición genética y espiritual que nos impulsa a afrontar las dificultades como si fueran poderosos torrentes de agua que atravesamos con el único objetivo de completar un ciclo, de reiniciarnos.
Soy un salmón que en octubre de 2019, cinco meses después de llegar a Santiago sin dinero y familiares acá, con una bebé de tres meses -carente de la mayoría de sus vacunas- y una esposa a la que le tocó ejercer el principio de la maternidad sin mayores redes de apoyo, fundó con ella, Crónicas de Chile, canal de comunicación dedicado a difundir historias de superación protagonizadas por quienes nacieron al norte del sur.
Soy licenciado en comunicación social, con más de 15 años de trayectoria en la gerencia y dirección de medios impresos en Maracaibo, Venezuela.
Emigré porque una banda criminal arrojó una granada que hizo estallar cuatro autos en el periódico que dirigía y amenazaron de muerte a mi familia. Por cierto, cuando lanzaron el explosivo me acababa de bajar de uno de esos autos.
En marzo de 2020, mientras retomaba mi profesión en las oficinas de Comunicaciones de una municipalidad en el poniente de la Región Metropolitana, colegas periodistas en un grupo de whatsapp, denostaban de la primera oleada de migrantes que, por caminos irregulares, llegaban al norte de Chile. Su posición era extremista: proponían zanjas, disparos de salva y abordaje sin miramientos de las fuerzas militares.
Yo me desligué de quienes, rotos de gentilicio, con perfil delincuencial y con el ADN parasitario y mutante de la mal llamada “viveza criolla”, amenazaban la tranquilidad de la nación que elegimos como hogar, pero fijé sí posición en defensa de los abuelos, padres, niños, gente noble y trabajadora, que con invisible traje de salmón atravesaron desiertos, selvas, montañas y arenales para reencontrarse con quienes los esperaban en este país plagado de sueños y oportunidades.
“Seguiremos hablando mal de quienes llegan sin documentación, difundiremos lo que creamos prudente y si no te parece dedica tu cuenta a ser portavoz del mensaje de la Santa, Teresa de Calcuta. Veremos qué tanta lectoría les da solo difundir lo bueno”, me respondieron.
Esa noche casi no dormí y al conversarlo con mi esposa nació la esencia de lo que somos. Me juré elaborar una entrevista diaria. Lo hicimos con mensajes internos en cuentas de Instagram. Los escribía al ir o regresar desde la estación del Metro de Santa Isabel a Maipú y viceversa. Así se consolidó Crónicas de Chile.
Marzo de 2020. Teníamos entonces 2300 seguidores. Hoy, más allá de contar con una página web y una audiencia de 49000, pasados tres años, con un trabajo a pulso, completamente orgánico y con los obstáculos naturales que enfrentan los (salmones) migrantes, amplios sectores de la comunidad venezolana y la Iglesia chilena, reconocen nuestra labor de plasmar lo positivo, “lo que menos vende”.
Y aquí vamos. Sumamos más de 200 notas de emprendedores y personas que desde sus espacios crecen y se proyectan. Todas las semanas nos codeamos con salmones que crean y construyen, que fundan y generan empleos.
Me refiero no solo de personas de esfuerzo de nuestra nación sino de esta pujante tierra que nos entregó la maravilla de volver a ser padres y nos mostró, pese a dificultades que aún nos acorralan, un lado más amable y próspero de eso que aspiramos como hogar.
Puedo citar al portugueseño Miguel Loyo, quien empezó caminando por las calles de Santiago esperando la oportunidad para mostrar su receta de queso y hoy dirige una imponente fábrica con Alimentos El Paisano, la marca de consumo masivo de la diáspora venezolana Chile y Latinoamérica con 6 líneas de procesos lácteos con cremas, nata, sueros, salsas, quesos, tequeños, pasteles y productos derivados del maíz: arepas y empanadas.
Puedo citar a Leticia Faviani, diseñadora larense, experta en marketing personal, TEDxspeaker de moda, empresaria y fundadora del recién finalizado Andes Fashion Week Chile 2023, evento que reunió a más de 17 diseñadores de moda y empresarios internacionales en este maravilloso país, concentrando los reflectores del mundo.
Puedo citar a Daniel Scotto, abogado guayanés que tras sufrir un infarto y padecer por el trato que recibió su esposa en el sistema de salud pública durante su último embarazo, se levantó y fundó Medipro, la primera clínica con sello venezolano, enmarcada en un trato profesional, pero con mayor énfasis en la atención cercana y que hoy se eleva en un espectro de más de 300 servicios médicos.
En 2018 y 2019, en su Informe de Política Monetaria (IPoM), el Banco Central daba cuenta del impulso positivo que trajo la fuerza laboral extranjera para las proyecciones de crecimiento económico del país.
Somos más de los que pensamos.
El Informe Mensual de Constitución de Empresas y Sociedades resalta que 12 de cada 100 emprendedores que participan en la creación de empresas en Chile son extranjeros, cifra que equivale a más de 30.000 emprendedores en un año, esto sin incluir la informalidad.
Los emprendedores nos caracterizamos por tener el impulso interno para triunfar en el mercado laboral frente a una competencia feroz, márgenes de beneficio reducidos y perspectivas de desarrollo limitadas. Sin embargo, consideramos demasiado potentes las oportunidades de negocio. Apostamos por fundar, por levantarnos las veces que hagan falta tras una caída.
Y no lo hacemos siendo una carga…
De acuerdo con cifras del INE correspondientes al 2020, la población extranjera formamos parte de poco menos del 10% de la población y según diversos informes, generamos una actividad económica cercana a los 4.000 millones de dólares.
En materia de gastos ahorramos mucho más que los nativos. ¿La razón? Presentamos menores niveles de acceso a subsidios y ayudas estatales, todo esto, según investigación de la Fundación Avina y el Servicio Jesuita a Migrantes, titulada “Impacto de la población migrante en el mercado laboral y arcas fiscales” entre 2010 y 2019 en Chile, firmado por Ignacio Urria y publicado en 2020.
Ojalá contáramos con una mejor política de protección social.
En este, el camino de los salmones, pero de salmones que emprenden y se esmeran por difundir historias resilientes, nos topamos con un sentimiento de indefensión inescrutable. Y nos disculpan, pero #HablanLosMigrantes es una instancia que no desaprovecharemos.
Sin pretender exaltar lo que logró este par de salmones que no han podido acceder a la visa definitiva, resulta incompresible que instituciones como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) o la Agencia de la ONU para los Refugiados, con oficinas de comunicaciones sólidas en Chile y todo el continente, con disposición de recursos, equipos tecnológicos y personal con escasas preocupaciones en relación con las necesidades básicas, carecen de propuestas editoriales que funcionen como diques de contención ante las feroces campañas que se registran en los medios de las mayorías de los países.
No entendemos cómo es que a estas alturas no cuentan con canales, proyectos y cuentas de redes sociales -que por cierto son de uso gratuito- bien constituidas, pensadas, diseñadas, para, además de mostrar sus gestiones, difundir el potencial de una parte importante de, en el caso de Chile, los pocos más de 1.482.390 extranjeros que cohabitamos acá.
Si nosotros, que ni siquiera tenemos equipos telefónicos propios o que algunos días tenemos dificultades para alimentarnos adecuadamente, hemos marcado una mínima diferencia, no quiero pensar lo que supondría esa fuerza para contener y marcar pauta en la promoción de lo positivo.
Hace varios días, con el impacto de algunos hechos delictivos generados lamentablemente por nuestros connacionales, los (algunos) medios de comunicación, no sólo dirigidos por chilenos, se plantaron y reforzaron un discurso ofensivo durante sus coberturas.
La discriminación, la incitación al odio y a la xenofobia podemos verlas fácilmente en sus tendenciosos titulares. ¿Dónde están los abogados de estas instituciones que no se plantan y exigen el cumplimiento de normas relacionadas con el respeto de los derechos humanos? En materia de comunicaciones, los salmones nos sentimos solos.
Y por ello es importante que, con la guía de las instituciones con peso jurídico, recursos -no solo económicos- y herramientas discursivas, armemos un frente comunicacional que sirva como muro de contención.
Reflejar el aporte de los migrantes a la sociedad tiene múltiples aristas y juntos podemos desarrollar un plan, una carta de navegación, un bloque, capaz de ayudar a los salmones a reiniciarse sin tener que ser víctimas de los golpes que impone el raiting de lo más viral. Construyamos unidos un poco de esperanza.
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