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Chile debe prepararse para un gobierno comunista

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La reciente victoria de la candidata Jeanette Jara en las primarias presidenciales: es un sismo político que anticipa un escenario nacional mucho más polarizado de cara a las presidenciales de 2025. Lo que parecía impensado hace unos años —la posibilidad real de que el Partido Comunista llegue a La Moneda— hoy es un escenario plausible. Y lo más preocupante es que gran parte del país no está preparado ni política ni emocionalmente para afrontarlo.

La polarización: campo fértil para los extremos

Con la centroizquierda fragmentada, la derecha peleando su narrativa y el centro cada vez más difuso, el país avanza hacia una elección marcada por los polos. El crecimiento del Partido Comunista, en alianza estratégica con sectores del Frente Amplio y del Partido Socialista, no es solo una muestra de organización territorial o eficacia electoral, es una señal de que su proyecto ideológico ha encontrado eco en una ciudadanía frustrada, cansada y confundida. No necesariamente convencida, pero sí disponible.

Lo curioso es que, en este contexto, incluso quienes no creen en el comunismo están dispuestos a votar por él, como lo revela la impactante frase que escuchamos en terreno: «Votemos por Jara, porque una comunista jamás será presidente de Chile». Este tipo de razonamiento invertido, mezcla de ironía y desesperanza, revela el nivel de desconexión emocional y racional del electorado actual.

 El centro sin voz clara

En medio de este panorama, las propuestas sensatas y responsables —las que buscan equilibrio entre crecimiento económico, seguridad, salud, educación de calidad y una migración ordenada— no logran encontrar resonancia. La narrativa de centro sufre para competir en un entorno donde las emociones mandan y las posiciones extremas acaparan la atención.

Hoy, hablar de libertad individual con responsabilidad, de crecimiento económico con justicia, o de seguridad sin populismo punitivo parece no generar impacto. La sociedad política ha sido arrastrada hacia una conversación en blanco y negro, donde el matiz es castigado como tibieza, y la prudencia, como debilidad.

La inteligencia artificial y los ejércitos digitales

A esta complejidad se suma la creciente influencia de las redes sociales, que hoy son el principal campo de batalla político. La circulación de mensajes emocionales, fake news, campañas oscuras y contenido hipersegmentado está moldeando la percepción pública de forma acelerada. El uso de bots, inteligencia artificial y sistemas automatizados para levantar o destruir candidaturas ya no es una especulación: es una realidad concreta.

Mientras tanto, el votante promedio está cada vez más expuesto, más solo y más propenso a ser manipulado. La emocionalidad —el enojo, el miedo, la esperanza ingenua— se impone sobre el análisis crítico. Se vota más por sensaciones que por programas; más por rabia que por convicción.

¿Estamos preparados para un gobierno comunista?

No se trata de demonizar una opción dentro del juego democrático. El punto es que Chile parece avanzar hacia una elección presidencial con una ciudadanía poco informada, emocionalmente vulnerable, y con escasa comprensión de las implicancias reales de un proyecto político como el que representa el Partido Comunista. Un proyecto que, más allá de lo que diga su cara amable, tiene una historia y una doctrina que nunca ha   convivido bien con la democracia, y menos la  liberal, y la economía de mercado.

Si no se recupera pronto una voz clara desde el centro —que hable de progreso con responsabilidad, de orden con humanidad y de libertad con justicia— entonces será legítimo preguntarse si el país realmente está dispuesto, o condenado, a experimentar un gobierno comunista.

Y si lo está, al menos que lo haga con los ojos abiertos. No como un accidente electoral, ni como un voto de castigo sin cálculo. Sino con plena conciencia de lo que eso significará.

El autor, Germán Hernández, es Vicepresidente Regional de Evópoli

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