Reflexionando en el Teclado
Ovalle
Se los juro que es envidia de la buena. No de esa que uno dice «si yo no lo tengo, ojalá que él lo pierda», no, sino de esa envidia que uno dice «Ojalá en mi país funcionara así».
Tengo siete años viviendo en Chile. Cuando llegué, por azares del destino, pude ver de cerca y analizar como periodista las elecciones parlamentarias y presidenciales de noviembre de 2017. Un mes más tarde, se realizó la segunda vuelta presidencial, que ganó Sebastián Piñera y que le dio la oportunidad de dirigir los destinos del país en una segunda oportunidad.
Luego pude reportear diferentes elecciones municipales, regionales y nacionales. Y si hay un sentimiento que me generan las elecciones chilenas, es esa envidia buena de querer que en Venezuela las elecciones fueran como en Chile.
Y no es solo el sistema de votación y de conteo, que de por sí es limpio, transparente y eficaz. Sino que es todo el espíritu ciudadano y republicano que encierra el ejercicio electoral.
Yo siempre participé en elecciones de todo tipo en Venezuela, como vocal, periodista y hasta técnico de máquina. En Chile me ha tocado reportear y escribir sobre ellas. Y la diferencia es abismal.
Mientras en Chile el proceso es ejercicio ciudadano, en Venezuela es una confrontación contra un régimen que secuestró las elecciones, es decir que hay que hacer las elecciones no gracias al Consejo Nacional Electoral, sino a pesar del Consejo Nacional Electoral.
En Chile son los ciudadanos los que revisan, auditan, mandan. En Venezuela intentar hacer eso es chocar de frente contra una pared de la que uno no sabe qué es lo que se esconde detrás.
Los votos chilenos se guardan en cajas plásticas transparentes de las que se venden en los almacenes chinos, y son selladas con tiras de plástico que se compran en la ferretería. En Venezuela van a máquinas y cajas que luego no se sabe quién las abre y revisa.
Pero lo más importante es el proceso mismo. Cualquier ciudadano puede entrar a las salas, tomar fotos, conversar con los encargados, ser custodio de las mesas, testigo, voluntario. Mientras que en Venezuela no dejan pasar a la gente a los salones, ni mucho menos al conteo. En la última elección los resultados se daban en las afueras de los colegios, luego de batallar para que le dieran a los testigos el acta de la discordia.
En Chile cualquiera entra al conteo, lo puede grabar y puede transmitir en vivo, porque es transparente, limpio. Y en menos de una hora ya todo el mundo -toooodo el mundo- sabe quien ganó y con cuanto.
Y además la página del Servicio Electoral Chileno se va actualizando según va recibiendo los resultados y cualquiera la puede consultar.
A mí no me quedan dudas de que el régimen venezolano no ha ganado una sola elección limpia en las últimas dos décadas. En Chile a los 45 minutos todos tienen la certeza -ganadores y perdedores- de los resultados de las elecciones.
Ojalá en Venezuela las elecciones funcionaran igual que en Chile. Me da envidia, de la buena.
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