Eriana Durán forma parte de un numeroso grupo de ingenieros venezolanos en Chile que, realmente hacen tan bien su trabajo, que sobresalen en diferentes ámbitos. Llegó a Santiago de Chile por tierra el 9 de julio de 2018, un día antes de su cumpleaños 26, en compañía de su mamá.
Su primer trabajo fue como mesonera en un restaurante de Tobalaba. Solo duró tres semanas. “Siempre llegaba a casa con los pies super cansados y era porque mientras llevaba una bandeja con tragos o comida, apretaba los dedos de los pies, porque ‘según yo’, esto me mantenía más estable para que no se me cayera la bandeja”, recuerda la ingeniera civil, graduada en la UNEFA, estado Táchira.
Pero eso no era lo más complicado. Salía de su empleo entre las 2:00 y las 3:00 de la madrugada y regresaba, con mucho miedo, en micro. Una madrugada camino a su casa pasó un susto enorme al ser perseguida por un grupo de chicos. No le pasó nada gracias a que había una patrulla policial en el camino. “Llegué a casa con el corazón en la mano y cuestionando si realmente había tomado la mejor decisión”, cuenta la nacida en Pregonero, estado Táchira.
Poco después de lo ocurrido, Eriana dejó de trabajar en el restaurante e inició en una empresa de Electricidad en Viña del Mar como Gestora de Negocios.
“Gracias a este trabajo y después de caminar durante tantas horas por las calles de la Región Metropolitana y la Quinta Región ofreciendo servicios eléctricos en cuanta construcción consiguiera en el camino, conocí a un ingeniero chileno quien me dio el dato para entrar a la empresa inmobiliaria con trabajos de construcción en la que trabajo actualmente”.
Allí Eriana destaca como Coordinadora de Proyectos y su trabajo más reciente fue en el Edificio Santo Toribio, ubicado en Ñuñoa. “Allí en ese proyecto trabajé concretamente en el área de inspección técnica, verificando las terminaciones e instalaciones de los departamentos y espacios comunes del edificio en general”, precisa.
El camino de Durán no fue nada fácil. En cuanto a los proyectos habitacionales, siente que tuvo que aprender todo desde cero. “El ámbito constructivo en este país es totalmente distinto y de cierta manera me sentí forzada a aprender sobre la marcha”, sostiene quien como pasante, en La Guaira, Venezuela, formó parte de un equipo que construyó dos puentes, y luego, en su primer trabajo formal, participó en el proyecto Teleférico Warairarepano (Teleférico desde Macuto- Vargas al Pico el Ávila – Caracas), que por la situación país quedó inconcluso.
“Mi hobbie es hacer música. Me encanta tocar el teclado, el ukelele y hacer el intento de cantar”, refiere. Durán al referirse a su experiencia como migrante piensa que todo comienzo suele ser difícil, pero al final valdrán la pena los sacrificios.
“Mi maleta se vino con pocas cosas materiales, dejando a gran parte de mi familia, pero llena de muchos sueños, con ganas de salir adelante y aprender de este bonito país. Gracias a Dios tengo a mis padres, a mi hermano y a mis sobrinos conmigo y eso es un gran plus”.
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