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“Señor Nicolás Maduro, necesitamos que nos envíe un avión a Chile”

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Venezolanos que perdieron sus empleos en Chile acampan en las adyacencias de la embajada y exigen un vuelo para repatriarlos.

Marielba González / Crónicas de Chile

Es una pesadilla. Desde mediados de abril, decenas de familias venezolanas, en Santiago de Chile, la mayoría con niños, peregrinaron hacia la sede de la embajada con sus maletas y el terror que produce quedarse sin techo, trabajo y dinero en el extranjero en medio de una epidemia sanitaria mundial.

Alejandro Parada fue uno de los primeros 13 nacidos al norte de Suramérica que llegaron a la sede diplomática ubicada en Providencia. “De esos primeros que pernoctamos acá nació el grupo Repatriación Venezuela 2020. Gracias a esa organización logramos un vuelo hace una semana”, cuenta.Parada se refiere al vuelo de Conviasa que despegó a Maiquetía el lunes 4 de mayo, luego que los 250 ocupantes superaran las pruebas anti-Covid 19. “Esto se salió de las manos porque hay muchas personas que están en condiciones de calle. No cobramos desde hace 40 días que fue cuando inició la pandemia”, detalla.

Una semana después, poco más de 150 personas se mantienen en las aceras de la sede diplomática clamando por ayuda para retornar. Allí acampan, en duras condiciones y sin mayores luces para poder transitar su laberinto. El grupo va en aumento. Llegan criollos desde Calama, Concepción y otras ciudades de la provincia chilena.

“¿A quién le tenemos que pedir ayuda nosotros? A Nicolás Maduro. ¿Él no es el Presidente de Venezuela?”. Betsy Hernández, trujillana, exige atención para ella y su madre, de 60 años, operada en Chile. “Él manda ayuda para Cuba y otros países. Aquí está también Venezuela”, sostiene al referirse al impacto del coronavirus en materia laboral. Ella se quedó sin empleo y no tiene cómo enfrentar el adverso escenario.

“Nosotros no salimos de nuestro país porque quisimos. Lo hicimos por necesidad: Salud, alimento, educación. Bueno, ahorita se presentó una epidemia a nivel mundial que nos está perjudicando. No fue que quisimos que pasara así. Vivíamos alquilados”, expresó, recostada sobre sus bolsos.

Henry Ramírez, otro de los integrantes del grupo, aclara en Radio Cooperativa que no buscan dinero. “Lo que queremos es irnos, porque estamos en situación de calle. Nos quedamos sin trabajo, nos botaron y lo que nos dieron ya se nos acabó”.

El crudo escenario genera empatía. Más allá de las críticas y cuestionamientos de un pequeño sector de la migración venezolana, prevalece la solidaridad de quienes tienen y pueden ayudar. Gracias a eso no faltan alinentos, agua potable y medicamentos. El viernes 8 de mayo decenas de trabajadores criollos de Rappi llegaron con comida y bebidas. Igual que vecinos que arribaron a pie y con sus vehículos cargados de insumos y ropa. Afortunadamente este tipo de acciones se registran a diario.

Niños, adultos mayores, embarazadas y enfermos recibieron alojo en una iglesia cercana. El resto se mantiene a la espera expuesto en tiempos de temperaturas pre-invernales.

El clamor de Betsy suena además a una pura y nítida exigencia: “Señor Nicolás Maduro. Aquí hay niños, personas recién operadas, adultos mayores, necesitamos que nos envíe un avión”.

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