No es el tamaño de la tormenta lo que define de qué estamos hechos. Es el tamaño de nuestra voluntad, y la guayanesa Vanessa del Valle Gómez Guevara, de 35 años, tiene el temple de quienes se fijan un objetivo y simplemente lo cumplen.
Gómez Guevara, graduada de médico cirujana en la Universidad de Oriente núcleo Bolívar, arribó a Santiago a principios de enero de 2017, en un vuelo con escala en Panamá.
Llegó con 1000 dólares que eran todos sus ahorros y dinero que su familia le había juntado para ayudarla.
“Me vine sola con mis dos hijos: un bebe de 1 año que no hablaba ni caminaba y una niña de 6 años. El dinero no alcanzaba para el pasaje de mi esposo, así que él se quedó trabajando allá un año más y nos enviaba el poco dinero que se podía hacer en Venezuela”, cuenta Vanessa, quien trabajó como jefa de residentes y del servicio de medicina del Hospital Militar Manuel Siverio Castillo, en Puerto Ordaz.
La recibió su hermana durante los primeros meses.
“La idea era que yo con los 1000 dólares arrendara un departamento para independizarme mientras conseguía trabajo, pero fui víctima de una entrevista laboral falsa en donde me pidieron que dejara mis cosas en una habitación y cuando llegué al Metro me di cuenta que me habían robado todo. Pasé toda la noche llorando al sentir que no podría sustentar a mis hijos”, cuenta.
Sin ánimos, pero empujada por el vértigo, se levantó y comenzó a hacer comida venezolana para vender a domicilio. Las entregaba con sus hijos, quienes aún no tenían colegio ni sala cuna.
No podía ejercer su profesión sin aprobar el Examen Único Nacional de Conocimientos de Medicina: Eunacom, para cuyas pruebas se necesitan al menos un millón 500 mil pesos. Como no contaba con recursos, a los dos meses de llegar a Chile, decidió unirse a la Cruz Roja de Puente Alto, como colaboradora.
“Allí me fui haciendo conocida por mi trabajo. En ese tiempo atendía a los pacientes mientras mi hija, de 6 años, en la sala de espera, cuidaba a su hermanito de un año. Así arrendé mi primera casa y me mudé sin nada. No teníamos camas, televisión o nevera. Dormíamos mis dos hijos y yo en un colchón inflable y sin calefacción. Recuerdo que compraba comida que no tuviera que refrigerar y les daba a los niños, hasta que un médico colombiano escuchó de mi historia y nos regaló una nevera, y una amiga chilena nos donó una cocina que ya no usaba”, asegura.
Cadena de dificultades
Luego, a Vanessa le hicieron un contrato a honorarios en un Cesfam, donde trabajaba 12 horas al día y que las clases de sus niños terminaran a las 4:00 de la tarde. “Ellos se quedaban en la sala de espera hasta que yo terminara el trabajo a las 8:00 pm. Fueron momentos muy duros, además no me daban seguridad laboral, días libres ni compensación si enfermaba, pero me servía para solicitar mi visa porque me entregaban boletas y podía pagar el curso y los exámenes de Eunacom”, relata.
Gracias a ese empleo optó por una tarjeta de crédito con la que pagó el pasaje de su padre, quien la ayudó con el cuidado de sus hijos y le permitió, con su apoyo, trabajar día y noche, y estudiar para los cinco exámenes.
Una semana antes de presentar los evaluativos, sin esperarlo, Gómez Guevara pidió permiso para estudiar y la despidieron. “Ese día le lloré mucho al Director del Cesfam, pero él no tuvo ninguna contemplación. Me despidió porque ellos no necesitaban a alguien que se superara, sino a alguien que más bien no aprobara los exámenes para no tener que darle ninguna seguridad laboral. Viví momentos grises sin empleo y a unos días de presentar el examen, pero Dios me ayudó y aprobé”, recuerda.
Para esos días, su esposo completó el dinero y llegó a Chile.
Su ascenso comenzó a través de una amiga migrante ecuatoriana, quien la empleó como su asistente. Su trabajo consistía en pesar y medir al paciente.
Era responsable de la atención de pacientes con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión e hipotiroidismo.
“Así creo nació mi amor por los pacientes con obesidad, sin embargo, no lograba prestarle la atención adecuada por el escaso tiempo de atención que se nos permitía a cada paciente. Otra cosa era que el tiempo en el cual podía citar de nuevo al paciente superaba los tres meses por lo cual se me hacía imposible compensarlos”, agrega.
En ese momento, algo hizo clic y nació en Vanessa el deseo de tener su propio centro médico, por lo que se inscribió en el Postgrado de Obesidad, dictado por la Sociedad Chilena de Obesidad, del año 2019-2020 y hoy cursa la actualización de 2021.
También realizó cursos de Estética Facial, Bichectomia y Miniliposucción corporal dictados por la Academia Chilena de Medicina y Cirugía Estética.
“Antes de comenzar a trabajar con obesidad, estuve en un reconocido centro privado de Santiago, pero la situación no mejoró porque también me exigían atender al paciente en 15 minutos, hasta que un día, muy frustrada, renuncié en contra de todo pronóstico y así nació Medical Berakah”, revela.
Suplemento estrella
Fueron tres meses de 12 horas de trabajos fijas al día y guardias rotatorias durante la noche, hasta que, a través de un crédito inauguró su centro médico y estético. “En Medical Merakah me hice reconocida por el seguimiento de cerca del paciente. La compensación rápida del mismo y por lograr que perdieran de 5 a 8 kilos por mes, solo apoyándome en la utilización de ingredientes naturales, y de poco a poco fui en mis redes sociales, contando la historia de pacientes que habían perdido hasta 46 kilos con mis tratamientos”, detalla.
Hoy Vanessa y su centro son referencia nacional. Tiene pacientes online en Colombia, España, Estados Unidos, Brasil, Italia, Perú y Ecuador.
Uno de sus ganchos es Mazalfittov, un suplemento “estrella”, creado por esta venezolana soñadora, talentosa y valiente.
Mazalfittov está compuesto por cinco componentes naturales que junto con una adecuada alimentación, ejercicios y cambio de hábitos de los pacientes favorecen su pérdida de peso. Gómez Guevara creó además su propia marca de Vitamina D, Vitamina E, Biotina y Aminoácidos.
“Ser migrante es un proceso duro, lleno de altos y bajos, con momentos grises que con mucho trabajo y amor podemos superar. Hay que resguardarse en Dios y saber que todo trabajo duro tiene su recompensa”, destaca.
¿Cómo valora a los venezolanos migrantes en el mundo?
Los venezolanos son guerreros con historias bellas y llenas de admiración.
¿Qué percibe de ellos?
Que son inagotables, que donde se les cierra una puerta, ellos siempre ven una oportunidad.
¿Qué es lo que más le ha sorprendido de sus vivencias fuera de su país?
Me he dado cuenta que no solo en tu carrera puedes afrontar el futuro, que tú puedes trabajar dignamente en cualquier rubro y en cualquier país y siempre saldrás adelante con su esfuerzo y haciendo las cosas bien.
¿Qué mensaje le da a la migración venezolana?
El mejor mensaje que creo que les puedo dar es que por muy gris que esté tu presente, debes dar pasos poco a poco hacia tu meta y pronto habrás construido tu propio sueño.
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